Pedir perdón es lo más bonito que uno puede hacer. Demuestra inteligencia, bondad, generosidad y autocrítica, nos dignifica y nos hace mejores. Los gatos también saben pedir perdón. Mi amiga Anafiláctica (la llamamos Filáctica para abreviar) tiene dos preciosos gatos que a veces discuten entre ellos. Pero han aprendido a pedir perdón, ofreciéndonos escenas tan enriquecedoras como ésta.
Bueno, más o menos.
Perdón
sábado, 15 de febrero de 2014
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