Es la historia de una pequeña ardilla que quedó huérfana tras caer de su nido. Una de esas buenas personas que hay por ahí la recogió y la crió a biberón (mejor dicho, a jeringuilla), hasta que tuvo la brillante idea de presentársela a su pareja de perros. Ellos hicieron lo que hay que hacer, que para eso son perros: adoptaron a la ardillita y desde entonces la cuidan como si fuera su propia hija. Y ella, tan contenta.
Padres adoptivos
miércoles, 18 de diciembre de 2013
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