Yo viví una experiencia similar con mi hija mayor cuando tenía un año (ella, claro, no yo) y el cuento no acabó de la misma manera. Al ver llegar los rodillos de lavado, saltó del asiento trasero al delantero, se agarró a mi cuello y no dejó de gritar y llorar hasta que acabó el asunto.
Éste enano del vídeo es más valiente. Su cara es un poema, pero se conforma con agarrar la mano de su padre.
¿Quesesooo?
lunes, 14 de abril de 2014
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