A ver, que levante el ratón el que no haya hecho esto nunca en su vida
y, además, le haya parecido la cosa más divertida del mundo. A mi me encantaba, sobre
todo en invierno, cuando estaba calentito en casa y el cristal estaba
frío. El problema es que me imaginaba que era un helado y me daba por chuparlo, con el consiguiente cabreo de mi madre.
Deberían considerarlo deporte olímpico o algo, porque además
disfruta tanto el que lo hace como el que lo ve.
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