Todos nos damos diariamente de narices contra barreras que perjudican o, directamente, destruyen nuestra creatividad. Son esos condicionantes sociales, culturales, ambientales, emocionales o de la propia percepción, que inciden negativamente en nuestra capacidad para generar nuevas ideas. Estamos mediatizados por estas barreras, que en ocasiones se nos imponen desde fuera, pero que, muchas otras veces, somos nosotros mismos quienes las inventamos y/o aplicamos.
Nos falta confianza en nosotros mismos, estamos más pendientes de qué dirán los demás si planteo algo diferente y novedoso, que de soltar nuestra mente para volar por territorios inexplorados, con lo divertido y útil que es casi siempre. Nos da miedo parecer poco inteligentes, nos han enseñado a no equivocarnos (¡niño, eso no se toca!), a no experimentar, y claro, no avanzamos. Vivimos en una sociedad mediocre dirigida por mediocres.
Hace un par de años asistí a una conferencia de Nicolás Negroponte (fundador del MIT Media Lab) sobre creatividad y espíritu emprendedor. En Estados Unidos, una persona que ha iniciado varios negocios sin éxito, pero sigue intentándolo, es un profesional valorado, con iniciativa, un emprendedor valiente que no se deja tumbar. Aquí no, aquí es un fracasado que no encuentra su sitio y que no hace más que perder el tiempo en tontadas, en vez de dedicarse a trabajar. Dios te libre de poner en tu currículum que has creado varias empresas que no han salido adelante: “…mucho cambia usted de empresa, ¿no?...¿qué pasa?¿que no se adapta?..uuuummmm...¡esto no me huele bien!…” dice el sesudo experto en selección al entrevistar al candidato.
- No, si yo adaptarme me adapto muy bien. De hecho me he adaptado a tres proyectos nuevos en diez años….
- ¿Y qué pasa?¿es usted gafe?¿todo se le va a pique?
- Hombre, todo no, mi ilusión, por ejemplo, sigue intacta. Y mis ganas de trabajar duro, y mi experiencia.
- Claro, claro, la ilusión. Vamos a pagar muchas facturas con ilusión… Y sobre la experiencia, mejor ni hablemos. En todo caso, experiencia en fracasos, ¿no?
- ¿Usted conoce el método científico? Ya sabe: prueba y error. Si no lo intentas, no puedes comprobar si estás equivocado. ¿Usted sabía que Edison hizo más de mil prototipos fallidos antes de conseguir una bombilla que funcionara?
- Ni lo sabía ni me interesa un pimiento. Lo que sí le digo es que aquí buscamos gente de éxito, señor mío. Esta es una compañía ganadora en la que no tienen sitio los mediocres.
- ¿Está usted seguro?¿Ni siquiera entrevistando candidatos?
- ¡Angelines!¡Acompañe a este señor a la calle!
Luego te enteras que contrataron a una persona muy estable, poco conflictiva, que llevaba quince años haciendo lo mismo en una empresa muy estable, poco conflictiva, que, por cierto, acababa de quebrar.
Tenemos que enseñar a nuestros niños que las cosas se consiguen con esfuerzo, sacrificio, valentía y espíritu innovador, y, sobre todo, que se consiguen sólo cuando lo intentas. Fomentar su creatividad, alentar sus esfuerzos por probar cosas nuevas, aunque nos suenen extrañas (sin olvidar nuestro papel protector, por supuesto, no todo lo que se les ocurre probar es sensato. Los bebés no vuelan cuando los tiras desde una litera, ¿eh, María?). Que tengan objetivos, que sueñen con metas, por muy inalcanzables que parezcan. Que lo intenten, y si no lo consiguen o, por el camino descubren que eso no es lo que quieren, animarles a buscar otras nuevas, por muy utópicas que parezcan.
"Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."
Eduardo Galeano
(Gracias Valdano, cuánto aprendí contigo)
Y aplicarnos nosotros el cuento, claro.
PEPO MATEO
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