¿Cómo? ¿Que el trabajo en equipo está en crisis? No, claro que no, todo lo contrario, lo que intentamos dejar claro aquí es, precisamente la importancia que tiene para todos nosotros trabajar en equipo, especialmente en períodos de crisis como el que ahora vivimos. La situación que sufrimos desde hace muchos meses, las malas noticias continuas que nos llegan desde cualquier parte, han creado un sentimiento de vulnerabilidad cada vez más generalizado, una sensación de estar expuestos a acontecimientos cuyo origen y control se nos escapan, ante los que nada podemos hacer. Hemos pasado de vivir con la sensación de estar protegidos por mamá-sociedad del bienestar, a la de sentirnos huérfanos indefensos ante la que se nos ha venido encima.
¿Qué podemos hacer? ¿Es que no hay nada sobre lo que podamos actuar que nos proporcione seguridad, que nos ayude a recuperar la iniciativa y sobreponernos a todo lo malo que nos acecha ahí fuera? La respuesta es afirmativa: ¡claro que hay cosas que hacer!. Podemos (y debemos) poner en marcha, o reforzar, aquellas herramientas que nos hacen más fuertes frente a situaciones agresivas como ésta, ante la que tenemos, sobre todo, la sensación de que hemos sido sorprendidos con unas espaldas que no son lo suficientemente anchas, de que no somos todo lo fuertes, firmes ni proactivos que deberíamos ser, ni tenemos la motivación necesaria para vencer en este combate.
Y el secreto (al menos uno de ellos), es trabajar en equipo de la forma más eficaz posible, más unidos que nunca, beneficiándonos de las enormes sinergias que nos proporciona, por más que nos suene a tópico. Nos hemos olvidado de ver a nuestros compañeros como socios en los que apoyarnos. La angustia crea muchas veces situaciones de “sálvese quien pueda” que nos impiden reconocer a los que están a nuestro lado como aquéllos con los que podemos construir un equipo fuerte y ganador, blindado ante las dificultades.
Ahora bien, conseguirlo nos va a exigir esfuerzo, trabajo duro. Un equipo no se construye de forma espontánea (salvo raras excepciones) sino que es el resultado del empeño de los implicados durante tiempo. Exige, como indica P. Lencioni, la confianza suficiente entre sus miembros que permita crear el ambiente propicio donde poder compartir las opiniones e ideas que todos puedan aportar, sin miedos ni recelos. El equipo demanda también compromiso personal de cada uno con las decisiones que se tomen y las estrategias que éstas generen. Además, es preciso que todos se responsabilicen mutuamente del cumplimiento de estos planes, centrándose finalmente en el logro de los resultados colectivos. Un equipo no borra, no anula al individuo, sino que integra lo mejor de éste en una estructura que le proporciona fuerza en aquellos aspectos en los que él es más débil, que le complementa y hace más sólido.
¿Y el liderazgo del equipo? Kotter dice que un líder se ocupa, sobre todo, del cambio, motivando e inspirando a su gente. Y ahora estamos ante una situación que exige cambios muy profundos en nuestra manera de hacer las cosas. Ahora más que nunca son necesarios los Líderes (con mayúsculas), no para cargarles con la responsabilidad exclusiva de sacarnos del agujero, sino para que orienten a sus equipos ante la incertidumbre, coordinando los talentos y habilidades de todos de forma que proporcionen un mayor rendimiento.
Un proverbio africano dice que “la unión de la manada obliga al león a acostarse con hambre”. ¿Vamos a darle carnaza a esta fiera llamada crisis que nos ruge en el cuello?
PEPO MATEO
¿Qué podemos hacer? ¿Es que no hay nada sobre lo que podamos actuar que nos proporcione seguridad, que nos ayude a recuperar la iniciativa y sobreponernos a todo lo malo que nos acecha ahí fuera? La respuesta es afirmativa: ¡claro que hay cosas que hacer!. Podemos (y debemos) poner en marcha, o reforzar, aquellas herramientas que nos hacen más fuertes frente a situaciones agresivas como ésta, ante la que tenemos, sobre todo, la sensación de que hemos sido sorprendidos con unas espaldas que no son lo suficientemente anchas, de que no somos todo lo fuertes, firmes ni proactivos que deberíamos ser, ni tenemos la motivación necesaria para vencer en este combate.
Y el secreto (al menos uno de ellos), es trabajar en equipo de la forma más eficaz posible, más unidos que nunca, beneficiándonos de las enormes sinergias que nos proporciona, por más que nos suene a tópico. Nos hemos olvidado de ver a nuestros compañeros como socios en los que apoyarnos. La angustia crea muchas veces situaciones de “sálvese quien pueda” que nos impiden reconocer a los que están a nuestro lado como aquéllos con los que podemos construir un equipo fuerte y ganador, blindado ante las dificultades.
Ahora bien, conseguirlo nos va a exigir esfuerzo, trabajo duro. Un equipo no se construye de forma espontánea (salvo raras excepciones) sino que es el resultado del empeño de los implicados durante tiempo. Exige, como indica P. Lencioni, la confianza suficiente entre sus miembros que permita crear el ambiente propicio donde poder compartir las opiniones e ideas que todos puedan aportar, sin miedos ni recelos. El equipo demanda también compromiso personal de cada uno con las decisiones que se tomen y las estrategias que éstas generen. Además, es preciso que todos se responsabilicen mutuamente del cumplimiento de estos planes, centrándose finalmente en el logro de los resultados colectivos. Un equipo no borra, no anula al individuo, sino que integra lo mejor de éste en una estructura que le proporciona fuerza en aquellos aspectos en los que él es más débil, que le complementa y hace más sólido.
¿Y el liderazgo del equipo? Kotter dice que un líder se ocupa, sobre todo, del cambio, motivando e inspirando a su gente. Y ahora estamos ante una situación que exige cambios muy profundos en nuestra manera de hacer las cosas. Ahora más que nunca son necesarios los Líderes (con mayúsculas), no para cargarles con la responsabilidad exclusiva de sacarnos del agujero, sino para que orienten a sus equipos ante la incertidumbre, coordinando los talentos y habilidades de todos de forma que proporcionen un mayor rendimiento.
Un proverbio africano dice que “la unión de la manada obliga al león a acostarse con hambre”. ¿Vamos a darle carnaza a esta fiera llamada crisis que nos ruge en el cuello?
PEPO MATEO
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