A mí hay pocas cosas que me carguen más las pilas que ver a Loli, mi teckel, dando saltos de alegría cuando llego a casa. Se deshace en mimos, se agarra a mi, me lame, me empuja y me demuestra lo que es la lealtad y el cariño auténtico. Pero nunca pensé que un gato pudiera hacer algo parecido. Tenemos la idea de que los gatos son muy despegados, demasiado independientes, que ignoran al amo y sólamente están en casa porque no tienen un lugar mejor adonde ir. Pues no, ni de coña, no es así. Son diferentes, nada más.
(Imprescindible sonido)
Alegría gatuna
viernes, 28 de marzo de 2014
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