Mientras tanto, en Rusia...

viernes, 21 de diciembre de 2012

Otro de mis corresponsales, el Gerardo, me manda desde Rusia lo que para él es un efecto del fin del mundo, que ha sucedido sin que lo hayamos percibido en nuestras carnes. Dice que por allí el efecto que ha tenido "lo de los mallas"(sic) es que la gente se cree coche y los coches se creen gente. Yo no le entiendo muy bien, os lo reconozco, porque el Gerardo fue policía en España y cuando se jubiló se hizo abogado de chinos, y desde entonces es mucho más imbécil original de lo que ya de por sí era. Estudió derecho con dos cojones cincuenta y cuatro años, y le dió por defender a los chinos con problemas legales. Como no sabía chino ni los chinos español, se lo inventaba todo, pero conseguía liberar a sus clientes orientales de las garras de la ley con un porcentaje altísimo de éxito. Yo creo que los jueces le daban la razón porque cuando estás más de cinco minutos con él, te da un dolor de cabeza insufrible y te empiezas a plantear si verdaderamente merece la pena seguir vivo. Luego emigró a Rusia porque tuvo un problema con un cliente: un estafador español con hepatitis y con mucho acento de Murcia. Gerardo creyó que era chino y basó su defensa en la xenofobia que, según él, había demostrado la policia con su cliente. Como el caso iba en realidad de una estafa inmobiliaria y el cliente no tenía tienda ni era chino ni la policía española suele ser xenófoba con murcianos, el juez le metió quince años de cárcel. El de Murcia juró vengarse de Gerardo metiéndole un kilo de arroz por el culo grano a grano cuando saliera de la cárcel, por lo que éste se piró a Rusia en el primer vuelo que pilló.
Aquí, el vídeo del Gerar:

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