Lata de cachorros

viernes, 14 de octubre de 2011

Nada más bonito que un cachorro, sobre todo si es de esos chiquitines. Tienen suficiente encanto para que puedas estar horas y horas mirándole embobado, salvo que seas mi prima Jennifer. Le gustan tanto, que lleva cuatro años mirando sin parar a uno que le regalaron, sin darse cuenta de que el bicho se ha convertido en un enorme rottweiller de 60 kilos. El otro día fuimos a su casa en Ohio y, en medio de la barbacoa a la que nos invitó en su jardín, el perro tuvo un apretón. Estaba (ella) sirviéndonos los chorizos y las morcillas, cuando nos dice: "esperad, que Pichín (así le llama) se ha hecho popó".  Yo pienso que alguien que dice popó debería ser internado en un psiquiátrico o en la penitenciaría del condado (es Ohio, recordad) de por vida, pero ella agarró una pala y una carretilla,  y recogió el popó del mostrenco mientras tarareaba una canción sobre cachorritos, flores y extraterrestres.  Con lo que recogió, sin exagerar, se podría abonar un campo de fútbol. ¿No le podrían  haber regalado, mejor, uno de éstos?
Nadie comió chorizo ni morcilla ese día.












1 comentarios:

Bluesrider dijo...

Queee cuuuuuuuuuuuuuukiiiiiiiiiiiiiiiis! Me encantan jiji